Punto de cruce

 

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PAISAJE (DES) BORDADO de a serie PUNTO DE CRUCE
Bordado en punto de XY con lana sobre tela de cerramiento verde
180x800 cms
2018

 
 

Punto de cruce

El horizonte de Ana Isabel Diez
Por Conrado Uribe
, director de contenidos en Conexiones Creativas, curador de arte contemporáneo

El interés de Ana Isabel Diez por explorar las intersecciones entre prácticas, géneros, paisaje y símbolos sociales toma cuerpo en Punto de cruce (2018). En esta obra la técnica de bordado tipo “punto de cruz”, se rediseña en un acto poético que hace que la puntada XX (el símbolo genético de la mujer) se convierta en un zurcido tipo XY (el símbolo genético del hombre). Con esta clase de costura se produce una obra de 8 metros de largo por casi 2 metros de alto en el que el soporte escogido es la tela verde sintética que se emplea para delimitar y separar las obras civiles del entorno. En ella se representa (cose) un paisaje que por su carácter épico evoca el de la icónica pintura Horizontes (1913) de Francisco Antonio Cano. El mundo de la construcción, tradicionalmente masculino, se vincula y reconcilia con el femenino a través del bordado.

En la pintura de Cano un campesino dirige a su familia con un gesto en el que señala un paisaje montañoso y soleado, típico de los andes colombianos. La mano indica: parece conectar con la naturaleza y al mismo tiempo dibujar los contornos de las nubes en el aire. Su característica posición ha servido para comparar a aquel hombre con el Adán que pintó Michelangelo Buonarroti en los frescos de la Capilla Sixtina. En la otra mano el hombre porta un instrumento de control y dominación: “el hacha que mis mayores me dejaron por herencia” (1) . Su compañera, en una actitud más sumisa y menos protagónica dentro de la escena, mira hacia el infinito mientras carga un bebé en sus brazos. El niño también mira lo que señala aquel “paterfamilias”.

En Punto de Cruce, y como es propio de las estrategias artísticas de Ana Isabel Díez, tiene lugar una sutil puesta en cuestión de algunos de los valores sociales patriarcales dominantes y que se reconocen en aquella icónica pintura. Ya no son las personas, o la mano de un hombre, los actores centrales. Aquí es la mano de una mujer la responsable de proponer, a través de la acción de coser con esa nueva puntada tipo XY, revisar cómo nos deberíamos relacionar en la contemporaneidad con ese paisaje: ¿cuáles son las representaciones que necesitamos hoy de la naturaleza? Los esquemas sociales, económicos y políticos de tipo patriarcal nos han conducido hasta la crisis ecológica global que atravesamos como especie. Son necesarias otras perspectivas que pueden indicarnos maneras distintas de estar en el mundo. Son necesarios otros horizontes.

¿Qué hacer, qué se debe hacer, o qué hacemos ante situaciones tan complejas como la violenta explotación que ejerce en simultáneo la sociedad patriarcal sobre la naturaleza y las mujeres? Al trabajar de manera comprometida en torno a estas cuestiones, Díez asume una posición valiente y necesaria para los tiempos que corren. En su capacidad de interrogar y expresar el mundo, su práctica contribuye a aportar sentidos y significados urgentes sobre nuestra realidad. Si es que le podemos atribuir una función profunda al arte, es su habilidad para cuestionar el comportamiento humano y generar una consciencia más amplia sobre nuestros contextos. Ese es su poder transformador. Y ahí está justamente el poder de la obra de Ana Isabel Díez.

(1) Fragmento del poema del maestro Epifanio Mejía originalmente titulado El canto del antioqueño, publicado en 1868 y seleccionado como el componente literario del himno de esta región colombiana. 

 
 

Grabado (punta seca y transfer), chinecollé
28x19 cms
2020

 
 
 

Punto de cruce

Por Ana Isabel Diez

La estructura de la sociedad patriarcal está determinada por la definición de la identidad masculina. A pesar de que genéticamente el hombre se define con los cromosomas XY y la mujer XX, en esta sociedad el hombre se construye a partir de procesos de negación, diferenciación o exclusión; principalmente, negación de lo femenino.

Esta problemática también la podemos relacionar con la naturaleza y su conservación, pues la mujer ha estado tradicionalmente vinculada a ella como “Madre Naturaleza”. Mientras que la revolución científica subyugó a la naturaleza y excluyó a la mujer de los ámbitos del conocimiento y la técnica.

Sin embrago, desde la antigüedad era reconocido el grandioso poder de la unión de lo masculino y lo femenino. En “El Banquete” de Platón, Aristófanes trae a colación la existencia de unos seres andróginos extraordinarios en fuerza y vigor. Los dioses se sintieron amenazados por el poder de estos seres desafiantes y decidieron partirlos en dos para “hacerlos mas débiles y numerosos”. “Así pues, una vez seccionada en dos la forma original, añorando cada uno su propia mitad se juntaba con ella”. Y dice mas adelante: “Nuestra antigua naturaleza era como se ha descrito y nosotros estábamos íntegros. Amor es, en consecuencia, el nombre para el deseo y la persecución de esa integridad”

Carl Jung, por su parte nos recuerda la importancia del proceso de “individuación” en las personas, es decir “el movimiento hacia una totalidad psíquica integrada y armónica de todos los componentes y oposiciones”.

En esta obra se plantea la importancia de reconciliar el masculino y el femenino a través de los oficios como la construcción y el bordado, respectivamente.

El resultado es un bordado en punto de XY (como se define cromosomáticamente el hombre) en lugar del tradicional punto de cruz XX (como se define en cambio la mujer), sobre la tela industrial utiizada para delimitar, separar, tapar, ocultar las obras civiles y/o de construcción. Además del impacto ambiental que ocasiona, esta tela nos recuerda la forma en que el hombre oculta su parte femenina.

 
 
 
 

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PAISAJE DISTÓPICO /Óleo sobre lienzo / 130x200x5 cm.
2021

Bocetos para un paisaje distópico
Dibujos con lapices de colores sobre papel Tiziano naranja
25x32.5 cm.
2021


Talleres artísticos | Punto de cruce

Talleres realizados por Ana Isabel Diez